La deuda que tengo con Goooya UNAM
-Mi experiencia como becaria de Goooya UNAM
Terminar mi estancia como becaria en el periódico estudiantil Goooya UNAM no fue más que un recordatorio de lo significativo que se convirtió este proyecto para mí.
Cuando hablo de Goooya, me remonto a la joven versión de 15 años, la que aún estaba perdida, la que se aferró con todas sus fuerzas al rayo de esperanza que siempre ha representado esta publicación para ella, aquella niña inexperta, nerviosa, entusiasta y un tanto inmadura. Todo tipo de crecimiento se disipa y vuelvo al punto inicial, porque recuerdo el principio, no con desdén ni desprecio, si no con admiración y regocijo.
Impulsado por el Dr John Mill Ackerman en 2021, me encontré en un saloneo virtual con la propuesta ideal para explotar el lado crítico y creatividad desmedida que estaba reprimida en mi ser, entendí desde el primer momento la misión de la revista y no dudé ni un segundo en formar parte de ella.
Así fue como mandé mi primer colaboración, el primer artículo publicado, con el atrapante tema de la “Generación de Cristal”, grupo del que formo parte y siempre desee una plataforma más allá de redes sociales para esclarecer que no, esta vez no, la desinformación no iba a lograr el cometido de dejar mal parados a los jóvenes, ya no, con goooya no, y si tenía la oportunidad, era hora de aprovecharla.
Lo que sucedió después fue una serie de acontecimientos gratificantes por los que ahora soy escritora, que no habrían sido posibles si no fuera por la brillante Mariana Vega que estuvo ahí desde el primer minuto, junto al equipo de editores, haciendo referencia a la sensata y centrada Magdalena Pérez Selvas, al paciente mentor Demian Ernesto y el creativo e intuitivo Pablo Padilla.
Gracias al PUEDJS UNAM, logré encontrar un lugar seguro para mis inquietas aspiraciones, un espacio más que necesario para la divulgación de lo que debe concernirnos como sociedad mexicana en el ámbito social, político y cultural, un sitio de pertenencia para los universitarios y un motivo de orgullo para una adolescente que no sabía que estudiar y desconocía los grandes esfuerzos que se pueden hacer para transformar al mundo, que por cierto, claramente la universidad se encarga de orientar a aquellos responsables de hacer eso posible.
Un reconocimiento, más que necesario, para aquellos compañeros de travesía que conocí, con los que me permitieron compartir enriquecedoras charlas y formar proyectos colaborativos, un auténtico honor haber tenido a un costado mentes tan poderosas como la de: Ethan Balanzar, Sebastian Coronel Osnaya, Katia Lara, Megan Fábila, Ricardo Arévalo, Axel Rosas, Jair Curz, Sebastián Arenas, Alejandro Flores, Diana Burgos, Saúl Nereo, Isabel García, Janet Monroy y Andrés Arispe.
Así como a los colegas Josué Bonilla y a Rubén Jiménez del CCH Azcapotzalco, y no podría olvidar la consideración de Jorge Lovera, Fernanda Badillo, Gael Aquino, Ana Valeria y Magaly Servin por concederme el gusto de apoyarlos con la edición y construcción de sus escritos.
La nostalgia termina por invadir mi ser y agradezco profundamente que se haya creado esta iniciativa, la cual, me formó e hizo quien soy a día de hoy, de hecho, corrijo, creo que aún más allá. Estará impregnado en mi pequeña persona para siempre y desearía que cada joven tuviera un guía tan preciso para la gran aventura de ser adulto, no sé que habría sido de mi sin el equipo editorial, pero si sé que cada uno de ellos me salvó y me ayudó a vivir la adolescencia más memorable y conmovedora que alguna vez pude imaginar.
Jamás seré capaz de regresar ni una fracción de todo lo aportado por más que lo intente, es por ello que estaré en deuda perpetua con este programa. Gracias por hacer el camino aterrador de la incertidumbre, a un tránsito de acompañamiento con ternura, compasión y cuidado, eternamente, en tributo a esta etapa, por siempre, goyer.
Comentarios
Publicar un comentario