Desequilibrio de la normalidad
Desequilibrio de la normalidad
Número 11 / OCTUBRE - DICIEMBRE 2023
Normalizamos las adicciones sin cuestionarnos las
historias personales y el papel de la sociedad
El mundo se mueve, gira, está en constante transformación y modifica pensamientos, pero mantiene
intrínsecamente un conjunto de tradiciones y costumbres que, a pesar de ser normales según nuestra cultura y
educación, no sugieren un aporte o beneficio a la sociedad, incluso, por el contrario, adquieren el significado de
tirrias que en cada individuo se impregnan y desestabilizan la vida.
El ser humano lleva procesos naturales de su especie –aprende, crece– y, paralelamente, existen vacíos
argumentales para la guía de acciones desenfrenadas típicas, prácticas de arquetipos construidos para llevar un
ritmo proporcional a nuestros símiles. En este tipo de flujos rutinarios, de la simbiosis en una comunidad, con la
construcción de un ser camaleónico que pueda adaptarse a cualquier situación social, es común toparse con la
imitación de aquello que, creemos, nos dará más identificación a algo, a formar parte de; la identidad de cada
persona se empieza a ver condicionada por su entorno, que a falta de una orientación especializada, mantiene
la probabilidad de toparse con ilusiones, con desapegos a la realidad o con efectos placebos que, en conjunto,
denominamos como diversión inocente al cabo de unas cuantas dosis.
Vale la pena cuestionarse, ¿cuál fue nuestro primer momento de contacto con el alcohol o las drogas? ¿Por qué
empezó el ímpetu de curiosidad para atrevernos a ingerirlos? ¿Cuándo se convirtió en un hábito?
Adolescencia, punto crítico
Nuestra percepción y relación con atmósferas dañinas como infantes son influenciadas desde la exposición en
el entorno familiar y social. La curiosidad por ciertas sustancias puede despertarse cuando vemos a los adultos
consumir alcohol, fumar tabaco, realizar compras compulsivas, comer mucho o no comer nada, depender de
videojuegos o redes sociales, practicar juegos de azar, apuestas, entre otros.
La adolescencia está considerada como la etapa más complicada de la vida, que comprende bien su origen
etimológico de adolecer del conocimiento que se tiene de sí mismo y su relación con el mundo; la orientación
igualmente proporcional a la seguridad emocional, quiere decir, que hay que prevenir como sociedad, más que como tutores, la reducción de atmósferas dañinas e inconscientes que provocarán en los jóvenes conductas
autodestructivas de las que ellos mismos no serán culpables, pero sí serán los responsables de solucionarlas sin
las herramientas necesarias para hacerlo.
Es más que necesario deconstruir, más que para nosotros, para quienes aprenden desde una situación de
vulnerabilidad, aquellos niños serán adolescentes y luego adultos, mimetizan una serie de patrones irregulares
de generación en generación. La parentalidad restrictiva es uno de muchos factores que promueve una actitud
rebelde con intención al reto, si se presentara la posibilidad de la libertad absoluta del libre albedrío, en teoría,
no habría tal barrera para atravesar, no existiría tal intención de descubrir lo prohibido.
Adicción a qué exactamente…
Un adicto empieza a ser esclavo de sí, ya que su mente, que está intoxicada por drogas (legales o ilegales), está
controlada por sus efectos y su intención se compromete con los impulsos, esos procesos químicos alteran el
estado de homeostasis de su cuerpo, y está condicionado a las situaciones complejas de la vida que no le gusta.
No es solamente el estimulante físico al que debemos prestar atención, los efectos neurológicos que existen al
consumir una sustancia son equiparables a otro tipo de acciones igualmente autodestructivas para el huésped.
Las adicciones pueden involucrar cualquier tipo de situación que genere placer fuera de nuestros sentidos
exteroceptivos (vista, oído, olfato, gusto, tacto/luz, sonido, olores, sabores, sensaciones), abarca las adicciones
comportamentales, lo interoceptivo es lo más intrigante (propiocepción, nocicepción, quimiorreceptores). El
origen de las acciones, la raíz de esa búsqueda de bienestar es una cuestión personal que tiene explicación:
inconformidad.
La paradoja comercial
La publicidad de los productos a lo largo del tiempo mantiene estrategias que van en contra de la ética, existe
una contradicción respecto a la promoción y su advertencia en contra del consumo en exceso de estos. De este
lado del mundo, se adorna el consumo con mensajes de precaución, detrás de lo cual se oculta el interés de las
ventas. Debemos evaluar escépticamente, en última instancia, la hipocresía de un negocio que generará
ganancias, incluso a expensas de los clientes.
Esto incluye las campañas publicitarias que vagamente intentan “concientizar al público” sobre las afectaciones
al cuerpo y las restricciones de edad, aunque esto tiene limitaciones, a pesar de las imágenes impactantes y
advertencias graves sobre enfermedades, estas supuestas medidas no son tan efectivas en disuadir a la
población y realmente esa no es su intención, las empresas no ejercen el suficiente cuidado en la venta de estos
productos, las restricciones se pasan por alto, sobre a quiénes se vende o el destino de, por ejemplo, las
botellas vacías una vez consumido su contenido.
Los arrebatos de continuo éxtasis tras encontrar la puerta de escape de nosotros mismos y del entorno, no
representan una vaga e individual cadena de decisiones insignificantes, estamos envueltos en una dañina
atmósfera que no empieza con un inocente descubrimiento de una nueva experiencia inmersiva a través de
una sustancia, realmente nos estamos enfrentando a una batalla contra el narcomenudeo y con la promoción
de negocios ilegales de botellas adulteradas que cobran la vida de personas que, inicialmente, nada tenían que
ver con la decisión primaria.
Es esencial reconocer la interconexión que existe entre industrias que generan enormes ganancias a costa de la
salud de las personas y que contribuyen inherentemente a la normalización de la dependencia química en la
sociedad. La disponibilidad y promoción generalizada entre los jóvenes alimenta un ciclo que involucra a grupos
vulnerables en el narcomenudeo como fuente de ingresos variando entre adicción y delincuencia, es elemento
crucial abogar por regulaciones más estrictas, aunque, primeramente debemos cuestionarnos como
consumidores.
Incluso cuando la Secretaría de Salud en México ha implementado estrategias similares en los envases de
alimentos con alto contenido en grasas, azúcares, edulcorantes, marcando los niveles de exceso en contenido
de ciertos ingredientes, evidencia que realmente la conciencia del consumidor desempeña la verdadera transformación que proviene de la voluntad individual para hacer elecciones más saludables.
Compartir los vicios
A menudo las personas comparten sus hábitos adictivos con otros sin darse cuenta, ofrecen a los demás lo que
estén consumiendo en ese momento con una intención activa de caridad, pero este comportamiento puede
generar una cadena de iniciación a una adicción, inconscientemente propagan de una persona a otra, incluso
sin quererlo, un daño inminente a no solamente un organismo.
Si bien estas intenciones pueden no ser maliciosas, sí tienen diversos orígenes, ya sea el intento de alivio al
creer que ayudan con dificultades personales, el desconocimiento de los riesgos al creerlo inofensivo, la
compañía al creer que no pueden enfrentar solos su adicción o la normalización que es la razón más típica al
creer que es común lo que realizan.
La “buena fiesta o noche”
La conciencia colectiva hace referencia a un patrón de creencias compartidas en sociedad que a menudo
normaliza el consumo excesivo de alcohol y las resacas como parte de la diversión, a menudo celebra estos
hechos como parte de una “buena noche” (tiende a relacionarse a perder la conciencia) o una diversión exitosa,
esto puede perpetuar la creencia de que fomentar un exceso es parte fundamental de la diversión. Las actitudes
sociales influyen en el comportamiento de un individuo, es necesario cuestionar estas para evitar futuros
problemas de salud.
La redefinición de las fiestas puede ser una nueva oportunidad para compartir momentos significativos, conocer
gente nueva y reunirnos con seres queridos, existen alternativas saludables como juegos, actividades culturales
o deportes. El enfoque de la diversión que no dependa del consumo de algo externo a nuestra química cerebral
ayudará a una formación enriquecedora de eventos sociales.
Estigmatización y apoyo
A pesar de la existencia de centros de rehabilitación y grupos de ayuda, las personas que luchan con adicciones
en algún momento tendrán problemas de salud mental por la alteración a los componentes de su cerebro o de
su sistema nervioso, a menudo enfrentan estigmatización, relego y falta de comprensión, la falta de interés
social en la historia y el origen de estas personas puede contribuir a perpetuar el aislamiento y nuevos
huéspedes para estas instituciones, desde alcohólicos anónimos hasta psiquiátricos.
sensibilizarnos y empatizar, concientizar que así como podemos realizar labores de reinserción social, mantenemos un papel crucial para estos desafíos, contribuimos tanto a los problemas como a las soluciones, debemos antes de pensar en esa posibilidad de reintegración, analizar cómo es ese hábito enfermizo que envía a demasiadas personas a su ruina.
Debemos reflexionar sobre el riesgo de las adicciones, que generalmente se desarrollan de manera gradual, es
decir, desde la primera exposición a una sustancia o un comportamiento autodestructivo empieza a construirse
la dirección a una adicción, la mayoría de las personas no considera la posibilidad de convertirse en un adicto,
debido a que lo ven demasiado alejado de su realidad, subestiman este hecho y al hacerlo, lo convierten en una
mayor exposición y riesgo. Es importante tratar este problema social desde una perspectiva preventiva y crear
conciencia a edad temprana y ampliar el contexto de la sociedad.
¡GOOOYA!, Año III, es una publicación trimestral, editada por el Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad de la Universidad Nacional Autónoma de México
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